Acabo de ver Avatar.
Todo un espectáculo tecnológico, sin duda.
James Cameron la ha vuelto a liar 12 años después de Titanic.
El argumento es más previsible que un anuncio de matamoscas. Pero se lo perdonamos.
El maniqueísmo que destilan protagonistas y antagonistas tiene menos grises que un tablero de ajedrez. Pero se lo disculpamos.
Después de todo, la entrada se amortiza ya a los 20 minutos pues, aunque la partitura sea floja, la orquesta suena impresionante y al director no le falla el pulso narrativo. Por lo tanto, nada más que objetar. Chapeau, Jimmy.
Pero como fotógrafo no puedo menos que sentir un escalofrío cuando entiendo hacia donde nos lleva el futuro digital de forma imparable. Posiblemente todavía falten 15 o 20 años hasta que un usuario cualquiera disponga de un escáner facial de alta resolución así como el potencial gráfico e informático para alcanzar dicha calidad, pero llegará.
Entonces, ante cualquier trabajo, además de las fotos que se puedan hacer, escanearemos al cliente en 3 dimensiones. Posteriormente, un potente software nos permitirá modificar las fotografías ( o el video, mas probable ) en 3D e incluso variar a conveniencia las expresiones de las personas ( novios, asistentes a un evento, aspirante a modelo ) sin que dejen de ser ellas mismas, para, con un criterio artístico ( faltaría más, claro ), procesar todo a nuestro gusto.
El resultado : el evento o el book en 3 dimensiones a visionar en una pantalla gigante o en un álbum de dos páginas/pantalla portátil. Podrás sumergirte siempre que quieras en tu día. Espectacular.
Posiblemente alguno dirá que dicha tecnología pervertirá hasta niveles insospechados el arte fotográfico, esencialmente basado desde sus inicios en congelar momentos únicos. Y tendrá razón. Pero los que todavía trabajemos utilizaremos dichas herramientas como ahora utilizamos las que 20 años atrás eran prohibitivas. Es lo que hay, es lo que habrá.
Al final, como ahora, el límite dependerá de la honestidad del autor acerca de los hitos que su conciencia artística le permita sobrepasar.
Pero a base de acumular poder tecnológico la perversión es casi inevitable para la mayoría. Asumámoslo.
«El poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente», que dijera Acton.
En fin, habrá que esperar a ver los que sucumbimos sólo un poco o los que lo hacemos absolutamente.
Qué lo veamos y podamos salir de dudas.
Lo que comentas no es ninguna tontería, ni ciencia ficción tampoco. Lo he visto. Estuve de visita en una sede de I+D de Telefónica y vi funcionando los prototipos de telepresencia en funcionamiento. No sé cuanto tardarán esos cacharritos en llegar al mercado a précio asequible, pero te aseguro que ya está inventado y funciona. Y ni los japos ni los americanos han sido los primeros… pero me temo que se llevaran la glória y la pasta antes que nosotros….